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Tijuana arropa a haitianos

Casi tres mil caribeños dejaron atrás el sueño americano e hicieron de esta ciudad la Pequeña Haití

Tijuana.  Algunos ya trabajan en la industria maquiladora ensamblando pantallas planas o equipo médico, otros se emplearon en pequeños comercios donde no les piden “tener papeles” para cargar bultos de comida de mascotas, pegar bloques o arreglar la carrocería de vehículos. Los que corrieron con menos suerte siguen vendiendo dulces en las calles de esta ciudad, pasando a formar parte del paisaje urbano.

Son casi tres mil haitianos que se quedaron varados en  esta frontera o en la que decidieron quedarse cuando en enero de 2017 Donald Trump llegó a la Casa Blanca y temieron ser deportados a su país.

De hecho, ese fue el destino de la mayoría de los 16 mil haitianos que lograron cruzar la frontera, y aunque no hay cifras oficiales proporcionadas por el gobierno de Washington, se estima que al menos 70% fue deportado a Puerto Príncipe, indicó el director del Centro Binacional de Derechos Humanos de Tijuana, Víctor Clark Alfaro.

“Cada caso fue diferente y sólo aquellos haitianos que cumplían con los requisitos exigidos lograron quedarse en territorio estadunidense, pero tengo entendido que fue la mayoría de ellos los que fueron deportados a su país, luego de que los jueces de asilo analizaron sus casos”, indicó.

Se quedan en México

Las autoridades del Instituto Nacional de Migración (INM) revelaron que cerca de dos mil 890 haitianos lograron obtener el permiso humanitario para residir en México, de acuerdo con Gustavo Magallanes, director de  Atención al Migrante de la Secretaría General de Gobierno de Baja California.

El funcionario estatal recordó que después de la llegada a Baja California de más de 20 mil migrantes, 17 mil 784 lograron ingresar a Estados Unidos, por lo que casi tres mil se quedaron en esta entidad, y fue a ellos a quienes se les facilitó una clave RFC para poder tener un empleo formal.

Desde su arribo a Tijuana, en abril de 2017, los haitianos ocuparon albergues como los del Padre Chava, el Ejército de Salvación, el del templo Embajadores de Jesús y otros, pero hoy ya rentan sus propios espacios, sumamente precarios la mayoría de ellos, pero al menos ya no deben compartir camas ni baños con docenas de refugiados.

Proyectos como la Pequeña Haití, donde se construirían unas 40 casas para las familias refugiadas en el albergue del templo Embajadores de Jesús, avanzaron pese a la oposición de las autoridades, y sus unidades de una sola recámara son habitadas por matrimonios que tienen hijos de origen haitiano, pero mexicanos por nacimiento.

“Se hizo lo que se pudo, no como hubiera querido, pero logramos darle techo a algunos matrimonios que se quedaron en Tijuana”, expuso al respecto el pastor Gustavo Banda, quien inició el proyecto de la Pequeña Haití.

Con la llegada de haitianos y africanos que salieron de los albergues, el centro de Tijuana y la zona norte ya son conocidos como barrios similares a Watts, que existieron en Los Ángeles, y a otros donde predominan los residentes de raza negra. Nunca el callejón Naciones Unidas, ubicado en el primer cuadro de la ciudad, hizo tanto honor a su nombre, pues en él residen tanto haitianos y mexicanos deportados, como paquistaníes y africanos.

Al respecto, Carlos Andrés Santiago, residente del callejón Naciones Unidas, dijo que “ahora ya está lleno de haitianos y uno se siente como que somos pocos, se siente un poco de presión… aquí hay como 300 cuartos, todo está lleno de morenos, están llegando más y más”.

Vendedores y residentes del centro conviven con esta oleada de inmigrantes extranjeros que rentan cuartos y compran ropa usada, comida y cualquier cosa barata.

Fernando Gómez, vendedor, aseveró que “ahí estaba vendiendo yo mis chacharillas… las cosas estaban muy mal allá… se la pasan caminando, comiendo sin trabajar”.

Los haitianos y africanos no comen tortillas, por lo que deben buscar opciones para comer, y algunos comercios de este barrio negro se adaptan a las exigencias de su nuevo mercado.

Juan Manuel Chávez, empleado de la lonchería Tortas El Chavo, detalló que “ya tenemos unas semanas dándoles platos de 40 pesos, pero ellos son muy específicos, nomás quieren comida de ellos; si miran que es comida que estamos haciendo los mexicanos no la agarran y ya tenemos cuatro cocineros, dos mujeres y dos hombres de Haití, y les hacemos carne; casi toda la comida es rica y les encanta, tenemos más de 100 platillos al día”.

A Carlos Andrés Santiago, como a otros vecinos del área, ya le tocó padecer los primeros signos de una discriminación inversa, pues no pudo comprar la comida reservada para los extranjeros.

Carlos indicó que “ya tienen su propia cocina en las Tortas El Chavo y dije: quiero una torta de arroz, pero ésa es para ellos, es que ya vendieron tickets, y ya están sold out”.

Por lo que toca a la incorporación al empleo formal, alrededor de dos mil haitianos en la ciudad de Tijuana  han sido contratados por maquiladoras con prestaciones de ley. Esperan que en los siguientes meses arribe otro grupo de migrantes a Baja California, esto de acuerdo con el presidente de la Asociación de Industriales de la Mesa de Otay (AIMO), Salvador Díaz González.

“Andaba en alrededor de dos mil 400 haitianos que están dados de alta ante el Seguro Social; sin embargo, hay más”, agregó Díaz González.

El sexoservicio

Otro fenómeno de subsistencia es la incorporación de las haitianas al sexoservicio, el mapa de la Zona Norte comienza a cambiar, pues hoy se amplía su oferta para satisfacer una demanda que exige “mercancía nueva y exótica”.

Al respecto, el titular del Centro Binacional de Derechos Humanos precisó que la actividad de las extranjeras le ha sido confirmada por sexoservidoras que ejercen en la zona de tolerancia.

“Dicen las muchachas que están caminando, no están en un punto fijo. No debe ser motivo  de escándalo, es una opción laboral, no creo que esas mujeres que están ejerciendo la prostitución vayan presionadas por un padrote; están las amenazadas, las obligadas y quienes lo ven como una opción laboral”, señaló Clark.

En la Zona Norte hay una amplia gama de sexoservicio que se distingue por la diversidad de participantes y la gran diferencia en sus ingresos.

“Conozco a unas amigas que están en el Hong Kong porque ganan entre 300 y mil dólares diarios, entonces, una mujer muy guapa que sabe que se puede ganar mil dólares diarios no depende de una red de padrotes que la lleven, es una opción laboral”, agregó.

En suma, los haitianos ya son parte del paisaje urbano de Tijuana que, en palabras del activista y fundador del albergue Pro Libertad y Derechos Humanos, Ignacio Benavente, “es la Nueva York de América Latina”, y cada día es más común verlos en las grandes tiendas, en los supermercados y hasta en centros de diversión como Las Pulgas, donde los que corren con más suerte consiguen compañera de baile y a veces siguen la fiesta en un bar o restaurante o en algún motel de la avenida Revolución.

Por Excélsior

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