Soumaya: ¿museo o galería privada de puertas abiertas?
María José Sánchez Ruiz/Ultimátum
Hoy 18 de mayo se celebra el Día Internacional de los Museos, estos recintos en donde se exponen obras de arte para promover su apreciación. La palabra “museo” procede del griego mouseion. De acuerdo a la mitología griega, el mouseion era la casa de las musas, hijas del dios Zeus y de la diosa Mnemósine o Memoria, nueve deidades (Calíope, Clío, Erato, Euterpe, Melpómene, Polimnia, Talía, Terpsícore y Urania) protectoras de las artes y las ciencias, e inspiradoras de los artistas.
En el marco de este día, quisiera reflexionar y destacar la existencia del museo Soumaya, ubicado en la Ciudad de México, el cual preserva en su interior una de las colecciones de arte más grandes de Latinoamérica. Instalado en un edificio digno de cualquier capital cultural que se precie de vanguardista, el Soumaya se erige entre el desorden de vías férreas y sobre los restos de lo que fue una zona industrial de la ciudad, entorno que contrasta muchísimo con el diseño futurista y atrayente de la construcción; pareciera, incluso, un tanto fuera de lugar dadas las condiciones sociales, culturales y económicas de nuestro país.
Una vez que el visitante cruza el umbral de la entrada al Soumaya lo primero que impacta es el blanco aséptico de sus paredes y los innegables ecos del museo Guggenheim de Nueva York, en el cual Fernando Romero (arquitecto del Soumaya) se inspira para el diseño en espiral del recorrido hacia las salas de exposiciones. Después de observar boquiabierto este nuevo entorno, lo primero que asalta al espectador es una réplica de la escultura más famosa del escultor francés Auguste Rodin: El Pensador. Además, es importante mencionar que el Soumaya alberga la segunda colección más importante de Rodin en el mundo.
El recorrido recomendado para iniciar la visita al Soumaya es tomar el elevador hasta el penúltimo nivel, ascender por una rampa hasta el último piso –a la sala emblema- y después iniciar el descenso por una serie de pendientes hasta llegar nuevamente al vestíbulo. En el nivel seis está la joya de la corona: la sala “Julián y Linda Slim”, nombrada de esta manera como un homenaje póstumo a los padres de Carlos Slim, dueño de la colección y fundador del recinto. Esta sala es un espacio libre e iluminado por luz natural que reúne un gran número de obras sembradas al azar: bronces de Auguste Rodin, esculturas surrealistas de Salvador Dalí, así como cuadros de Claude Monet, Pierre-Auguste Renoir y Edgar Degas, entre otros. El nivel cinco alberga exposiciones temporales que, a través de un tema, señalan relaciones estrechas entre las obras de la colección. Al llegar al nivel cuatro, al que titulan “Del impresionismo a las vanguardias”, la gran saturación de obras vuelve a aturdir un poco al espectador. Sin embargo, hay que reconocer que en este nivel hay obras que valen muchísimo la pena: Van Gogh, Manet, Pisarro, Toulouse-Lautrec, Modigliani, Chagall y Miró, son algunos de los grandes maestros que habitan este nivel, lo que sorprende al saber que no tenemos que viajar a otro país, o incluso a otro continente, para apreciar de cerca una obra original de estos artistas. La majestuosidad de estas obras nos obliga a dejar un poco de lado las exigencias museísticas y olvidar, por unos instantes, lo profusas que son las salas del Soumaya y así permitirnos una mirada selectiva, incluso intolerante, para escoger sólo un par de piezas para contemplar. La sala del tercer piso, “Antiguos maestros y novohispanos”, ofrece un encuentro con la teatralidad de la magistral técnica del claroscuro, podemos encontrar ahí cuadros de Tintoretto, el Greco, Rubens y Artemisa Gentileschi. Al descender al segundo y primer nivel, respectivamente, se encuentra la abundante colección de filigrana de marfil y la colección de artes decorativas de oro y plata.
Como sabemos, un museo se preocupa por la calidad de su colección y de su espacio, por la curaduría de sus exposiciones, por la narración y la secuencia de sus obras, así como por la conservación, difusión y educación artística. En relación al Soumaya, se vuelve pertinente la pregunta que avanzamos en el título: ¿es realmente el Soumaya un museo, o se trata de una galería privada a puertas abiertas? Quizás esto último encaje más, en relación a su operatividad y forma. Es difícil articular más de 66,000 piezas, esta riqueza rebasa a cualquier visitante, esto provoca que, al visitar el Soumaya salga a colación el concepto de lo relevante. Según Nina Simon, directora ejecutiva del Museo de Arte e Historia de Santa Cruz California y escritora del libro “The Art of Relevance”, la relevancia es un vínculo entre una persona y algo más. Sin embargo, también explica que, según estudios, la relevancia es más que una conexión porque provoca un efecto cognitivo positivo. Es decir, algo se vuelve relevante cuando nos brinda nueva información, marca alguna diferencia para nosotros o nos resignifica. Podemos, incluso, concebir la relevancia como una llave que nos lleva a una experiencia que valga la pena. Acostumbrados mayormente a la imagen de los espacios museísticos solitarios, el Soumaya acerca el arte, de manera novedosa y gratuita, al público que no está acostumbrado o que no tiene fácil acceso a él. La cantidad de sus visitantes demuestra que es un espacio relevante; su gratuidad, el atractivo visual de la construcción, el renombre de los artistas que conforman su colección y la abundancia de piezas son elementos que funcionan como llaves para muchos visitantes que, dentro de este recinto, encuentran una experiencia poderosa.
twitter: @marijosanchez_r