El sueño narcótico de Adalgisa
José Natarén/Ultimátum
Cuando inicié la lectura de Neblina Morada, novela de José Falconi desarrollada en Tierra Adentro, pueblo homónimo de la novela publicada por la académica Angelina Muñiz, y que también comparte nombre con la revista fundada por el poeta Víctor Sandoval, terminaba de ver Eraserhead del gran Lynch. Budismo en los autores, testas voladoras en las obras, coincidencia. Y resalta el humor bizarro, el tono pícaro y, más que absurdo, el ambiente surreal.
Además, Neblina Morada resuelve su trama en una súbita circularidad muy bien manejada. Una rotación de 180 grados en la dirección del tiempo narrativo. ¿Volvemos al origen, donde la conclusión es principio, un espacio mínimo donde todos los tiempos en potencia aguardan indiferenciados? Al parecer, Neblina Morada es, rara avis en la narrativa en Chiapas. ¿Será acaso la primera ficción -escrita por un chiapaneco- cercana a la comedia y al absurdo, en el poliedro del deseo; a la vez irreligiosa e irónica crítica de la moral conservadora, con acción de sicotrópicos entre tribus urbanas creadas por el autor que, además, plantea la traducción de un poema “onomatopéyico y prelógico” a un lenguaje no terrestre? Cuando Neblina Morada, novela corta, muestra la incorporación de elementos formales del discurso periodístico, del teatro, la crónica y el guion cinematográfico, la cita, el pastiche, la entrada lexicográfica, en su espacio narrativo indica la puesta en operación de saberes propios del experto.
Personajes de no mucha complejidad psicológica, en apariencia, muestran florituras de la condición humana. La prístina apertura de la psiquis a la ceguera del deseo, explosión de vectores sin fin, entre la vida y la muerte. El pregonero, el carpintero, el policía, vueltos esclavo o indigente, en la disidencia vital. Y los soñadores por excelencia, los amantes y artistas, en la experiencia del sueño de la razón. Todos en la misma nave, bajo los signos inequívocos de la locura.
Neblina Morada evoca la experiencia sicodélica y el delirio colectivo, caleidoscopio ontológico en el que se revela lo absurdo de la existencia humana. Especie en la que emerge el logos, lo que nos hermanaría a través de la creación lingüística, con cualquier otra, como los artífices de la niebla en la que “Adalgisa duerme narcotizada”, por la que varias voces narrativas me cuentan y conducen a la experiencia estética. Descúbralo, arriesgado lector, adquiriendo su ejemplar lo más pronto posible. Para obtenerlo puede escribir un mensaje al Consejo Editorial de la Administración Pública Estatal