¿Todo se debe consultar?
Javier Solórzano Zinser/La Razón/Ultimátum
Es fundamental para cualquier gobierno tener la temperatura de la sociedad. Conocer lo que sienten, quieren y piensan los ciudadanos permite una gobernabilidad transparente y efectiva; otorga además una legitimidad que le da certidumbre para gobernar y ejercer el poder.
No es nada fácil para los gobiernos tener el justo medio de lo que se piensa de ellos, de lo que quieren y a lo que aspiran los ciudadanos. Por más que se hagan estudios e investigaciones, es difícil conocer lo que piensa y lo que pasa por la cabeza de la gente. Son espacios complejos y difíciles de identificar.
¿Qué piensan los ciudadanos y qué quieren de sus gobiernos? Algo que parece ser una constante es que eligen a los gobernantes para que decidan, ejecuten y escuchen. Hay temas en que las sociedades no están en capacidad de decidir, no tanto porque no les interese o les pase de largo, sino porque no son áreas en que tengan conocimiento.
En algún sentido confían en aquellos por quienes votaron. Se reconoce que algunos temas son para especialistas e investigadores, por más que los asuntos sean parte de la cotidianeidad de la gente.
En medio de la búsqueda de saber qué se debe hacer y cómo se debe hacer, se ha hablado de las consultas ciudadanas como una especie de varita mágica, la cual, presumen, va a permitir resolver y legitimar las decisiones.
Se está pretendiendo que sea el mecanismo que, además de que establezca una comunicación fluida y efectiva con los ciudadanos, también les dé el aval para que hagan lo que quieren hacer. Sería lamentable, por decir lo menos, que se utilicen las consultas para legitimar sus decisiones; al final puede terminar siendo un vil acto de manipulación. Más que querer escuchar otras opiniones pudiera tratarse legitimar las propias.
Está claro que algunos asuntos tienen en la consulta su soporte, pero otros, la gran mayoría, están en manos directas y responsabilidad de quienes gobiernan; a fin de cuentas para ello se les eligió.
Todo se remite al trabajo al que están obligados los gobiernos. En algún sentido la elección es una especie de establecimiento de un contrato con quien gana las elecciones, el cual extienden los votantes; puede ser por tres o seis años.
No podemos pasarnos colocando las consultas como ejes para decidir.
Con la ola favorable por López Obrador, las consultas pueden terminar siendo acciones de apoyo al tabasqueño, más que instrumentos que coadyuven a tomar decisiones.
La consulta sobre el aeropuerto ya va por ahí.
Es el momento de los especialistas e investigadores.
RESQUICIOS
María De Los Ángeles Moreno.
La elección y el PRI.
Nos vamos a recuperar como ya lo hemos hecho en ocasiones anteriores; ahora debemos trabajar para entender cómo se debe gobernar. La corrupción fue un elemento vital en la decisión que tomaron los ciudadanos.
Pesaron como un estigma los muchos casos de corrupción que se presentaron entre gobernadores, de lo cual no se puede excluir lo que se dio con el presidente. No hubo manera de zafarse de esto ni del estigma que fue creciendo día con día.
No soy de la idea de que la responsabilidad recaiga solo en el PRI, hay que poner el ojo en lo que ha pasado en los años recientes. El PRI no está muerto, no se olvide que es el gran creador de las instituciones nacionales.
Es importante considerar que no todo es de blancos y negros, y que no se pierde todo ni se gana todo. Deberá llegar el tiempo de los balances razonables.
En cuanto al presidente, los secretarios de estado deberían salir en defensa de su jefe. Hasta ahora no lo han hecho.