Gaspar Romero/ Ultimátum
TGZ
Con más de 750 mil habitantes, la capital del estado de Chiapas se encuentra rodeada por un cinturón de miseria, donde los habitantes no cuentan con servicios básicos como agua potable, drenaje, pavimentación y mucho menos con escrituras públicas que avalen la propiedad habitada.
Prácticamente todo roban; desde la luz eléctrica hasta el agua entubada, la cual es cobrada por otro lado a costos exorbitantes a los que cuentan con una casa habitación en otras zonas y que cada año pagan sus impuestos, como el predial entre otros.
A la fecha suman casi 300 colonias irregulares en la capital, pese a existir un plan de la tenencia de la tierra un área especifica para atender dicha problemática en el Ayuntamiento, no opera como tal, ya que, los también llamados paracaidistas son utilizados cuando se requiere el “voto electoral”.
Aparte de ser un cinturón de miseria, también los índices delictivos son altos, son las zonas de donde más personas heridas por un riña o por asalto se registra, amén de que los niveles de alcoholismo se elevan.
Las cifras oficiales señalan que 41 mil 616 personas viven en extrema pobreza, en el cinturón de la miseria que rodea a 194 colonias regulares que conforman las zonas de atención prioritaria.
En Tuxtla Gutiérrez, existen 517 colonias regulares, y unas 300 en proceso de regularización, situadas principalmente en los cerros y cerca del Parque Cañón del Sumidero, al norte, donde persisten las invasiones y asentamientos irregulares.
Juan Pérez Hernández, es un indígena proveniente de San juan Chamula, llegó a la capital a buscar un mejor futuro; pero se dedica a bolear Zapatos. No tiene otro trabajo. Apenas estudió la primaria y por ser indígena no ha encontrado un empleo formal, aduce.
Desde que vino a Tuxtla Gutiérrez, los únicos empleos que ha tenido han sido el de vender chiclets y raspados en la calles. Ahora aplica grasa al calzado, sus principales clientes son los que recorren el primer cuadro de la ciudad y caminan sobre el atrio de la catedral San Marcos.
Trabaja desde las seis de la mañana hasta las 20 horas de lunes a sábado. Paga cerca de doscientos pesos semanales por el costo de un lote irregular que compró en una colonia cercana a la reserva del Cañón del Sumidero y tiene que buscar todos los días el sustento familiar, mientras su esposa se emplea también en la venta de flores en un crucero del libramiento norte.
Explica que no ha podido tener las escrituras de su predio por que aún lo debe; sin embargo el líder nos dice que si no es en este año será el otro, cuando regularicen la colonia, pero en tanto tenemos que colaborar con el gobierno para que nos otorguen ese beneficio.
Indicó que en cada elección, son trasladados en grupos a las casillas donde tienen que votar, bajo la promesa de que se les entregarán escrituras si gana el candidato por quien aportan el sufragio, sin embargo, todo queda en promesa.
Explicó que desde hace cinco años en que llegó a vivir al lugar, el agua la toman desde una tubería del Smapa y no se las cobra, “no entran a la colonia, nunca llegan. Por su parte la energía eléctrica a cada habitantes se le cobra una cuota, “hay negocio con los de la luz a ellos sí se les paga”.
De acuerdo con el Consejo nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social, Coneval, los indicadores de pobreza son los siguientes: Ingreso corriente per cápita; Rezago educativo promedio en el hogar; Acceso a los servicios de salud; Acceso a la seguridad social; Calidad y espacios de la vivienda; Acceso a los servicios básicos en la vivienda; Acceso a la alimentación; Grado de cohesión social.
Dichos componente se reflejan en el cinturón de miseria de la capital del estado .