En un estado como Chiapas, donde se anuncia a tambor batiente que la lucha contra la trata de personas es a diario, por desgracia no se ve reflejada. En las principales calles de Tapachula e incluso de Tuxtla Gutiérrez, se puede observar las 24 horas el ejercicio de la prostitución.
El qué hacer con el cuerpo, sea hombre o mujer, no está condicionado; pero lo que sí debe estar condicionado es el ejercicio de la prostitución en vía publica por conllevar muchas aristas, una de ellas, son las enfermedades infectocontagiosas y, especialmente, la trata de personas.
Nadie sabe, ni siquiera las autoridades municipales, que deben controlar el ejercicio de la prostitución en vía publica, donde trabajan heterosexuales, travestis y transexuales, quienes ofrecen su cuerpo al mejor postor.
Pero tampoco las autoridades hacen algo para combatir la prostitución infantil, que ya se deja ver en la capital del estado, sobre todo en el primer cuadro y también en las principales calles de la ciudad de Tapachula.
Las organizaciones civiles prodefensa de los derechos de las mujeres y niños migrantes, sólo se dedican en dar a conocer estadísticas, pero no en llevar a cabo las acciones omitidas por las autoridades municipales e incluso del sector salud.
Parten de la premisa – esos organismos civiles- que las mujeres deben decidir sobre sus cuerpos, evidenciando con ello la poca responsabilidad social que deben tener ante una situación de riesgo para la mujer, en cual enfrentan situaciones como la drogadicción, la explotación y especialmente la agresión física y con ello las infecciones de transmisión sexual, que hoy en día no hay programas de difusión al respecto.
En la ciudad de Tapachula hay más de mil 500 mujeres de Guatemala y Honduras que trabajan como meseras, bailarinas exóticas y se prostituyen. Ni ellas ni nadie dice para quién trabaja, quiénes “les ofrece protección”. Pero sí mencionan la problemática que enfrentan al irse con desconocidos, e incluso muchas veces sufren agresiones físicas y ante la falta de una defensa real no acuden a los tribunales a denunciar.
De hecho, en los bares y cantinas de Tapachula les ofrecen “table dance” desde las 16:00 horas, como parte del plus de cada giro negro para atraer a los parroquianos, y para ello incluso cuentan con zonas exclusivas en su interior para que la bailarina gane un poco de dinero.
En Tuxtla Gutiérrez, podemos observar lo dicho sobre la Primera Avenida Sur, desde la Segunda hasta la Quinta Poniente a mujeres que venden su cuerpo al mejor postor. Otro punto es la Segunda Norte, entre Primera y Segunda Oriente. Pero también en la Segunda Norte y Primera Norte, desde la Segunda hasta la Sexta Poniente se observan transexuales haciendo ejercicio del oficio más viejo del mundo.
La pregunta es la misma, ¿Quién les da la llamada protección? ¿A quién le trabajan?, ¿Acaso la autoridad ya realizó una investigación sobre si son víctimas de trata? ¿A este tipo de personas se les realiza pruebas médicas para detectar el VIH y otras enfermedades de transmisión sexual?
No se tata de discriminare a ese tipo de población, sino de lanzar un grito a tiempo para prevenir acciones delictivas como la trata de personas que son tan evidentes, como el hecho de ver mujeres trabajando en decenas de bares en el barrio San Francisco de Tuxtla Gutiérrez.
Pero aún falta mencionar sobre la prostitución que se ejerce en las casas de citas, que en su momento se llamaban “casas de masajes” y ahora pasaron al clandestinaje por temor a la acción de la ley.
La realidad es que las autoridades municipales hacen como que no ven y se duermen en sus laureles, mientras que la población está en un riesgo latente.