Es difícil entender a los corruptos que roban millones de las arcas públicas o la de los empresarios que inflan las facturas de los proyectos en millones y pagan propinas exageradas a agentes del Estado y nos preguntamos; ¿Cómo queda la conciencia de los malvados que desvían recursos de salud y que dejan sin atención a miles de pobres chiapanecos?
Es imposible entender esa maldad humana y la conciencia de las autoridades que se prestan para los fraudes inmobiliarios cuando las familias hacen un gran esfuerzo por obtener una vivienda con salarios miserables.
Es en ese sentido como debemos hacer conciencia para elegir a nuestros gobernantes pues finalmente puede surgir una persona honesta, justa, amante de la verdad y del bien. Y puede aparecer también una persona malvada, corrupta y distante de todo lo que es bueno y justo.
Por eso, hay que ser muy cuidadosos por que la perversidad está presente en todos los pueblos e instituciones y, en ciertas circunstancias, en cada uno de nosotros. Es el resultado de la secuencia continuada y uniforme de nuestros malos hábitos, que generan una verdadera cultura de distorsiones. Es la cultura de lo negativo en nosotros. Es el reino de la corrupción que se ha naturalizado.
La mayoría de los políticos tienen como hábito mentir, engañar, robar, corromper, dejarse corromper y no solo ellos, también los ciudadanos, aunque claro las dimensiones en la que los gobernantes se llevan millones de pesos no se compara con nada, ya que terminan robando sin darse cuenta perjudicando a todos, sin pensar en el bien común, por que el poder los pervierte y practican todo eso sin culpa y sin remordimientos, y es que la corrupción en el poder se ha convertido en una segunda naturaleza.