¿En serio la quiere derogar?
Javier Solórzano Zinser/Ultimátum
Las posibilidades reales de que López Obrador triunfe en las elecciones presidenciales deberían hacerlo más reflexivo y menos impulsivo en algunos temas.
El precandidato-candidato de Morena sabe muy bien que hoy está más cerca que nunca de ser el Presidente del país. Sabe también que tiene que dejar de ser su mejor enemigo y sabe que no debe improvisar ni ser aliado de las ocurrencias. Debe tener cuidado de no caer en triunfalismos ante las encuestas, como le pasó el fin de semana en que de plano se resbaló.
El maniqueísmo de que si las encuestas le son favorables son buenas y si no es así es que están “cuchareadas”, a estas alturas no tiene sentido. Partamos de algo que está a la vista, el futuro sigue siendo incierto, pero por lo pronto el presente le sonríe a López Obrador.
En algunos temas el tabasqueño se tiene que poner serio. Se entiende que estamos en tiempos en que hay que jugar para la tribuna, pero no se la puede pasar así. El país no puede inventarse a partir de su eventual triunfo, muchas instituciones funcionan en el país y lo hacen viable.
No tiene sentido descartar por principio las reformas con tal de golpear y descartar al actual gobierno. No es un asunto sólo de hacer ver públicamente que se rompe con el gobierno de Peña Nieto y todo lo que lo rodea para quedar bien con sus muy fieles y vehementes seguidores. De lo que se trata es que, con base en un análisis serio y profundo, se vea qué funciona y qué no funciona, qué deberá mantenerse y qué eventualmente se debería descartar; es un absurdo empezar de cero.
Dentro de las reformas que López Obrador tiene en la mira está la educativa. La está viendo más que como un proyecto que debiera ser analizado y cuestionado en sus bases, como parte de una negociación con el magisterio, bajo la promesa de derogarla para asegurar el voto de un sector de los profesores.
No identificar que en la reforma hay elementos positivos es actuar bajo impulsos sin reflexionar. Si lo que se quiere es gobernar, más vale ir haciendo a un lado los actos políticos que, si bien sirven para ganar simpatías y una momentánea popularidad, no dan para la gobernabilidad.
Quizá lo primero que habría que hacer, si es que no se ha hecho, es leer y analizar el texto de la reforma y lo que se ha hecho hasta ahora; recordemos que en el segundo semestre de este año entra en funciones.
Devolverle privilegios a un sector del magisterio para ganar votos es descartar la posibilidad de que los profesores puedan acceder a mejores condiciones laborales en función de su desempeño y así poder evitar que queden expuestos a la decisión de líderes que heredan a familiares plazas o que cobren por ellas.
La Reforma Educativa no necesariamente se echó a andar por el mejor de los caminos, pero en función de las posibilidades de hacerla está claro que consideraron que era la única opción; la detención de la hoy liberada profesora era parte del obligado paquete de acciones.
Hace algunas semanas Rolando Cordera nos decía que la reforma no debiera ser derogada.
Que una solución podría ser que se creara una comisión con especialistas, entre ellos integrantes del INEE, que revisaran la reforma a detalle y que ofrecieran un diagnóstico.
El líder de Morena debiera empezar por esta vía antes de ofrecer derogarla por un puñado de votos. Hay que revisar de qué está hecha. A estas alturas más que verla como un proyecto sexenal hay que verla como una necesidad educativa para el país y, de que tiene virtudes, no tenemos la menor duda.
RESQUICIOS
LANDON DONOVAN
El destacado futbolista estadounidense se convirtió en el enemigo #1 del futbol mexicano, nos traía de encargo y nos hacía en la cancha lo que quería. Sus declaraciones sarcásticas le ayudaron: “¿Dónde está México?”, declaraba después de que EU nos había recetado el enésimo 2 a 0. Fue contratado por el León y lo primero que dijo fue: “Para mí no hay muros”.