De no ser que pase algo excepcional, Donald Trump librará el juicio político y ganará las elecciones.
El control de los republicanos en la Cámara de Representantes les da una mayoría para votar en contra del juicio político; tienen los votos y el poder para hacerlo, como en otro tiempo lo hicieron los demócratas.
Poco les importa si el presidente violó la ley o si usó su cargo para investigar al hijo de Joe Biden en Ucrania, llegando a presionar al presidente de este país.
Tampoco les importa si Trump tiene que ver con ellos como partido y con los principios del mismo, aunque para muchos republicanos de la vieja guardia siga siendo visto como un externo. De lo que se trata es de mantener el poder y los jerarcas republicanos saben que el empresario-presidente es un candidato idóneo para el tiempo y momento que vive Estados Unidos.
A pesar de que la popularidad de Trump se ha diluido un poco, conserva una ventaja que le va a permitir ganar. Su fuerza sigue estando en la gruesa capa conservadora estadounidense, a lo que se suma que los demócratas no le han podido colocar a alguien enfrente que ofrezca alternativas, que le pueda ganar la elección e incluso que lo saque de su zona de confort.
La singularidad del sistema electoral de EU es otro factor clave favorable para Trump. Recordemos que en las elecciones pasadas Hillary Clinton tuvo casi 2 millones de votos más que el hoy presidente, lo que al final no fue suficiente debido a los vericuetos electorales.
La fuerza de Donald Trump sigue estando en la llamada “América profunda” concentrada fundamentalmente en el centro del país, la cual no necesariamente se manifiesta en las calles o en los medios, para ello el presidente tiene la cadena Fox. El conservadurismo tiene mayor presencia en redes y sobre todo entiende muy bien la importancia de no dejar, por ningún motivo, de ir a votar.
Este conservadurismo sigue viendo a personajes como Barack Obama como uno de los detonantes de la pérdida de su hegemonía. Si a esto se suma que no tienen alternativa entre los republicanos, es Trump o Trump. El futuro electoral parece definido no sin que antes se presenten pequeños y grandes sobresaltos.
Más allá de que lo que se diga respecto a que a nuestro país le viene mejor un candidato y un presidente de un partido u otro, en este caso, por lo que se ha visto desde el 1 de diciembre del 2018, todo indica que el presidente López Obrador prefiere a Trump, aunque éste se la pase sistemáticamente zarandeándonos, por decir lo menos.
Lo que no se debe soslayar es que muchos de los debates que se llevarán a cabo a lo largo del año, no sólo los presidenciales, van a tener a nuestro país en el centro y en más de un caso habrá inevitablemente escándalos y se dirán cosas fuertes e incómodas sobre nosotros.
Habrá que ver cuánto puede aguantar el discurso de “amor y paz” porque seguramente Trump se encargará de seguir zarandeándonos. Si a estas alturas no se han dado cuenta que no ha dejado de tenernos en la mira en sus discursos y estrategias, es creerle y en algún sentido se termina viendo como si fuéramos aliados.
Quizá Trump no dirá nada nuevo de lo que ha venido expresando sobre el país, particular-mente en los temas de los migrantes y el narcotráfico, lo que sí hará será enfatizar su discurso porque además de que nos ve con desdén le resulta profundamente atractivo para sus seguidores, ésta fue una de las razones por las cuales obtuvo el triunfo hace tres años y medio.
Es muy importante la lectura que se haga de las elecciones en EU. El Gobierno deberá de tener atención y no seguir aceptando la zarandeadas sólo para evitar conflictos o para andar en el “amor y paz”.
