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12 Abr 2018 Opiniones Deja un comentario

Pensar la utopía o pensar la coyuntura

Samuel Abraham Torres Méndez/Ultimátum

Enfrentemos el elefante en la habitación. En toda la República el proceso de selección de candidatos a puestos de elección popular vía la coalición “Juntos Haremos Historia” ha colocado a miles de militantes de Morena y simpatizantes de las izquierdas en México en un inesperado estado de confusión, enfado e incluso indignación respecto al futuro del proyecto político enarbolado. No es para menos. Después de todo, muchas de estas designaciones han significado la preeminencia de políticos ampliamente conocidos por su afinidad a los usos y costumbres del actual régimen político, desestimando el dedicado esfuerzo de incontables activistas, militantes y luchadores sociales de probado compromiso con las causas justas. Yo mismo, no sólo en mi carácter de militante fundador sino de ciudadano consciente, confieso haber atravesado días en álgido desasosiego, abrumado por reproches y frustraciones acerca del devenir de nuestro movimiento y de nuestra incipiente democracia mexicana.
Sin embargo, pese a la congoja vivida y ante la vertiginosidad con que se sucedían los hechos históricos propios de la coyuntura, no tardé en comprender que antes de desgarrarse en críticas, era indispensable poner manos a la obra para analizar con seriedad y la mayor objetividad el trasfondo de tan polémicas decisiones, menester de que la política rara vez constituye una arena que confronta sólo blancos y negros y que más bien representa el polícromo mosaico de las revanchas, ambiciones y reivindicaciones que, en permanente dicotomía, guían y condicionan los destinos de la historia humana.
A pesar de que en más de un sentido coincido con ellos, no abundaré en los cuestionamientos que naturalmente derivarían de semejantes designaciones pues estos se han vuelto de sobra conocidos a través de los actos de protesta, a veces auténticamente razonables y otras por entero reaccionarios, emprendidos por sus críticos y detractores. Por el contrario, me gustaría exponer dos conclusiones que, en mi opinión, pueden servir para comprenderlas e incluso justificarlas en el marco de lo que en el fondo constituye (y esto hay que entenderlo muy bien) una estrategia para la consolidación de un proyecto político nacional.
1. La victoria electoral tiene que ser avasalladora. Para todos es conocido que en México el fraude constituye un elemento característico del sistema electoral. Ya sea por el arbitrio parcial de los comicios, la implementación de operaciones colosales para la compra del voto, el condicionamiento del sufragio a través de programas asistenciales y la manipulación de la opinión pública mediante el control de los medios, hoy a nadie sorprenden las denuncias por ilegalidad de las elecciones. En este sentido, estudiosos han estimado que el fraude electoral tiene la capacidad de desviar los resultados finales en por lo menos diez puntos porcentuales. Ergo, la única forma de garantizar la victoria de un proyecto político contrario a los intereses del régimen es venciendo al adversario más cercano por un margen no menor a esta cifra. El desafío no es mejor pues para ello es necesario que nuestros electores abarroten y defiendan las más de 156 mil casillas que se colocarán en todo el país el próximo 01 de julio. Por esta razón considero que será de gran utilidad contar con el respaldo de las bases y redes de apoyo que hoy acompañan a los perfiles designados como candidatos, construidas a veces por simpatía genuina y otras más (debe reconocerse) por el efecto de prácticas clientelares y corporativas. En este sentido, su aportación electoral es, al menos en términos numéricos, insustituible.
2. La implementación exitosa del proyecto alternativo de nación demanda un clima de paz y gobernabilidad. En más de un sentido, el proyecto de gobierno que encabeza Andrés Manuel López Obrador acomete las fibras más sensibles del régimen político imperante. El retorno de la justicia social como eje toral del plan de gobierno y la defensa irrenunciable de la soberanía alimentaria y energética son sólo algunos de los elementos que advierten la dimensión de la ruptura frente a un modelo caracterizado por la depredación estructural de las mayorías y el enriquecimiento ilimitado de una cúpula oligarca. Es precisamente por lo hondo de su calado que su realización podría despertar entre los sectores más reaccionarios, beneficiados por décadas de corrupción e impunidad, una virulenta resistencia. Por esta razón pienso que se ha decidido componer acuerdos con actores ligados al régimen, adelantando futuras embestidas que podrían amenazar la materialización del ansiado cambio político. La ecuación consistiría en la concesión de candidaturas a cambio de la garantía de un clima de estabilidad social y política (hecho posible fundamentalmente a través de la no-acción de grupos de confrontación al mando de los ahora ungidos como candidatos) propicio para el pleno desarrollo del nuevo proyecto nacional. No hay duda que el riesgo de traición es latente, sin embargo, desestimar la capacidad que estos personajes tienen para sembrar caos ante la amenaza de la pérdida inmediata y absoluta de sus privilegios sería una ingenuidad capaz de precipitar cualquier aspiración de una transformación real y profunda del orden vigente. Por tanto, en razón de la composición y naturaleza de sus partidarios, su participación para la garantía de gobernabilidad es innegable.
Como se alcanza a leer, estas reflexiones me han conducido a reconocer la sagacidad e inteligencia con que ha sido formulada la estrategia de alianzas entre Morena y políticos de sellos éticos e ideológicos evidentemente distintos a los que orientan la causa obradorista y, en ese sentido, también me han servido para aceptar con mayor serenidad la designación de candidatos que hasta hace algunos meses me parecía imposible ver incorporados al movimiento que a mi juicio mejor condensa los anhelos de paz, justicia y bienestar de una nación tan compleja como la nuestra. Sin embargo, tampoco me han parecido pretexto suficiente para incurrir en cobas y pleitesías que sólo envilecerían mi compromiso como hombre leal a mis convicciones, a mi pueblo y a mi tiempo, Reconozco la pertinencia de una estrategia de este tipo ante las vicisitudes de la actual coyuntura, en un México marcado por la pobreza, la exclusión y el escepticismo político, más de ninguna manera la celebro.
Por el contrario, hoy me queda más claro que nunca que para quienes aspiramos a defender y profundizar el proceso histórico de transformación que confío será iniciado con el arribo a la Presidencia de la República de Andrés Manuel López Obrador es inexcusable asumir con urgencia dos tareas de enorme trascendencia: la primera consiste en la construcción de ciudadanía, particularmente en estados como Chiapas en dónde la relación dominante entre los individuos y el aparato del Estado ha sido una basada en el clientelismo y los corporativismos, En segundo lugar, la defensa férrea de una agenda de transformaciones del status quo (manifiestas a través de la creación de nuevas políticas públicas, legislaciones, programas gubernamentales, presupuestos, etc.) guiada por la responsabilidad y el firme convencimiento de la necesidad de combatir las violencias económicas, ecológicas, de género, sociales y culturales que día a día impone un sistema civilizatorio expoliador, etnófago y tecnocrático, un sistema que rinde culto al individuo y descarta sistemáticamente la potencia de lo colectivo, inútil para rescatar nuestra nación del escabroso atolladero en que se encuentra.
Por todo lo anterior, exhorto a mi lector (de la misma forma en que sigo haciéndolo conmigo mismo) a no dejarse sulfurar ni deprimir por polémicas de ira estrecha. Tal como aquí se ha escrito, es vital ir más allá de la superficie de los hechos, aún de los más indigestos, para comprender a cabalidad su relación con los verdaderos desafíos de nuestro tiempo. Al fin y al cabo, recordemos que lejos de nefastos elefantes el coloso que enfrentamos es mucho más grande y mucho más perverso y que, para bien o para mal, requerirá para vencerlo de la unión y conjunción de todos.

2018-04-12
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