Falso humor
Emiliano Villatoro Alcázar/Ultimátum
En México nos acostumbramos, porque así nos lo hicieron ver, a relacionar a la primera dama con el puesto de cualquier funcionario público del gabinete presidencial. Si antes lo fue, ya no lo es y menos con Beatriz Gutiérrez Müller, que desde antes de que su esposo ocupara la presidencia de la República se desenmarcó de lo que ella manifestó públicamente era una figura caduca y que no representaba la situación actual de la mujer mexicana.
Mi opinión secunda esta postura; he expresado en múltiples ocasiones que la mujer tiene ya no la función de una mera acompañante sino que goza de independencia respecto al puesto, trabajo y obligaciones que desempeñe su pareja. Su participación, cada vez mayor en la política y en los distintos terrenos sociales, demuestran lo dicho.
Siguiendo esta premisa, Beatriz Gutiérrez Müller actuó en días pasados no como académica o investigadora, y menos lo hizo como “primera dama”, sino como madre que busca proteger a su hijo, el cual fue objeto de escarnio de parte de un influencer que utilizó ventajosamente las plataformas a su alcance para hacer señalamientos de burla hacia un niño.
Si bien este tema nos lleva al análisis de la discriminación y del racismo, que durante muchos años se perpetuó en el país, y que incluso nos podría conducir a plantear la institucionalización del racismo, el asunto en cuestión debe verse desde la discusión política. El humor falso, clasista y discriminatorio tiene sus propias repercusiones, pero lo visto es parte de un ataque cotidiano hacia la figura presidencial y todo lo que su entorno implica.
Las acciones del presidente han provocado, desde julio de 2018, reacciones coléricas. Lo interesante es saber en dónde ha calado su actuar y cuáles han sido los detonantes que motivan las descalificaciones diarias. Yo diría que esto obedece a tres razones fundamentales: el despliegue, como nunca antes en la historia de México, de mecanismos jurídicos que garantizan la constitucionalidad de los apoyos sociales distanciándolos de cualquier manejo político; su relación con la iniciativa privada, en donde las empresas que no pagaban impuestos ahora lo hacen posibilitando a su vez que el Estado tenga suficiencia para emprender un respaldo económico a los distintos sectores sociales; y el combate a la corrupción a través de la Unidad de Inteligencia Financiera. Como se ve, hay una nueva cultura política en el país que causa agravio a quienes antes no se veían perjudicados y hoy viven con irritación crónica.