Una democracia donde no existe la verdad objetiva, convierte al Estado en un verdadero sistema de totalitarismo. Un sistema que, contrariamente a las vanas apariencias, viola sistemáticamente y de modo legal los derechos humanos más fundamentales, como la libertad que se condiciona a los caprichos de los gobernantes.
La democracia es, ciertamente, una forma de gobierno en la que el pueblo designa a sus gobernantes; pero debe ser también un régimen de libertad ya que sin libertades personales –en el sentido propio de esta palabra– no hay democracia, aunque haya votaciones. Sólo por votar no se es persona, ni las elecciones son la democracia; ambas cosas son instrumentos para la libertad y para la democracia, más no son la democracia ni la libertad, más cuando las votaciones se acompañan de compra de conciencias, de imposiciones voluntariosas.
Para tener una verdadera democracia, se requiere que se respeten realmente las leyes, las reglas y valores fundamentales que rigen la vida social en cuanto a la organización del Estado, que actualmente deja a la democracia desamparada frente a las fuerzas disolventes de la sociedad y de ella misma. Pero, sobre todo, deja a la democracia sin su última y más básica fundamentación.
Para lograr realmente la democracia tan pregonada, pero tan ausente se requiere tener un Estado abierto a la realidad social, no un Estado que falsifica la democracia, que está vacía de moral y que compra conciencias simulando la construcción y avance de la democracia que finalmente sólo existe en los pronunciamientos políticos.
La democracia es el producto de un esfuerzo decidido, con éxitos grandes y pequeños, así como también con fracasos y retrocesos importantes: pero un esfuerzo al que no debemos renunciar ni los gobernantes ni lo gobernados.
La democracia no es una flor de un día y tampoco es un producto del azar o prodigio del cielo, se requiere de verdadera voluntad de los gobiernos y los ciudadanos que deben ambos respetar los valores objetivos, de lo contrario más que democracia, tendremos siempre, demagogia.
