En el Partido de la Revolución Democrática (PRD) se soltaron los demonios. Un grupo de militantes y líderes de ese instituto político tomaron las oficinas estatales para exigir la cancelación de la sesión del Consejo Político Estatal al que convocó el dirigente en Chiapas, César Espinosa Morales, con el fin de ir preparando el terreno para apoyar al próximo candidato al gobierno de Chiapas en el 2018.
Los simpatizantes saben muy bien que César Espinosa es “VerdeAmarela” y que sus intereses reales no están en el perredismo, sino en otro partido Político. Sin embargo, gozando de impunidad partidaria y del proteccionismo político en el estado de Chiapas, el actual líder del perredismo hará lo que le venga en gana, porque principios partidistas no tiene.
Pero los inconformes exigen al Comité Nacional que audite a Espinosa Morales para conocer los manejos financieros con los recursos provenientes de las prerrogativas del Instituto de Elecciones y Participación Ciudadana IEPC y el propio Instituto Nacional de Elecciones INE, ya que a la fecha el líder del Sol Azteca no ha dado un informe fidedigno o transparente de los gastos y el destino que han tenido los recursos provenientes del erario.
Sin duda, esos demonios saben muy bien de dónde agarrar a César Espinosa Morales para empezar a cuestionarle su gestión con esas denuncias que ponen en tela de duda su dirigencia en Chiapas.
No hay que olvidar que en el estado, a partir del sexenio de Pablo Salazar Mendiguchía, el PRD perdió rumbo. Ese destino democrático al que se le apostaba se quedó en el olvido debido a las ambiciones de los propios líderes identificados en diversas tribus, que a la fecha han desaparecido.
Los perredistas cambiaron de piel de la noche a la mañana, se olvidaron los motivos por el cual se afiliaron a ese instituto político y en tan solo dos sexenios se perdieron. El primero fue con Pablo Salazar Mendiguchía, quien llegó con su bandera de la Esperanza y aglutinó a todos los partidos contra el PRI, y el segundo sexenio fue con Juan Sabines Guerrero, quien los compró con dinero del erario.
Los perredistas aceptaron todo, sólo por hacerse ricos a costa del erario. Para ello ocuparon carteras importantes en la administración Sabinista y no les importó que se les impusieran paramilitares en puestos de elección popular.
En la administración de Pablo Salazar aceptaron todo con tal de estar viviendo del erario y sin embargo los mantuvieron amancillados.
Hoy, a la distancia, esos grupos que perdieron todo buscan recuperar al partido, hoy convertido en un cascarón, pero que dejaron una escuela en su camino.
Sin duda, la razón les asiste, pero chocan contra la pared que ellos mismos construyeron por la ambición desmedida y por olvidar sus principios. El perredismo en Chiapas está secuestrado por una corriente ideológica ficticia en la que no hay equidad social sino una gran diferencia de clase, es decir, controlado por los millonarios.
Los que ahora pelean por una democracia interna se enriquecieron, pero ahora que volvieron a su realidad, en la que saben que el dinero que amasaron se les está acabando, regresan a combatir a un “Frankenstein” que en hoy en día hizo peores cosas y que con la mano del poder político en turno se va afianzar en la dirigencia estatal para no caer y lograr su propósito de llevar a buen puerto a un candidato que no será del PRD, sino de otros partidos y con ello ganar impunidad, especialmente.
