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Chiapas: seis años sin volver a casa

De la vida que llevaba la familia López Girón en su comunidad de origen, queda solo un mural donde pintaron su día a día. Ahora, desde hace seis años ya, viven en una marginal colonia de personas desplazadas en San Cristóbal de las Casas. No está con ellos el papá porque fue golpeado brutalmente y desaparecido en 4 de diciembre de 2011.

Era la hora del desayuno en la comunidad tseltal de Banavil, municipio de Tenejapa, en Los Altos de Chiapas. Unas 50 personas armadas rodearon la casa de los López Girón y 11 de ellas entraron a sacar al campesino Alonso López Luna y ahí mismo, en el patio donde la familia seca su café y maíz, es donde lo vieron por última vez. Estaba inconsciente en medio de decenas de personas que lo golpeaban brutalmente.

De acuerdo con un comunicado emitido en 2015 por el Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de las Casas (Frayba), que ha dado seguimiento al caso desde el inicio, los agresores son paramilitares que militan en el Partido Revolucionario Institucional (PRI) y los agredidos son “simpatizantes” del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN). Entre unos y otros había una disputa territorial.

“Primero entraron tres mujeres a nuestra cocina cuando estábamos desayunando, luego entraron los hombres con armas de fuego, otros con palos”, narró desde el refugio de la familia y al lado de un fogón que calentaba pies y manos, Petrona López Girón, hija de Alonso.

“A mi esposo lo sacaron arrastrando de la cocina. Lo empezaron a golpear, también a mi me pegaron en la cabeza”, contó desde el mismo cuartito, rodeada de hijos y nietos, Antonia Girón López, esposa de Alonso.

El escándalo alertó a uno de los hijos de Antonia y Alonso, Lorenzo López Girón, quien llegó al patio armado con un garrote para tratar de ayudar a su padre. “Intenté entrar al patio donde estaba tirado, le estaban echando palos y patadas y golpes con la culata de su rifle. Yo lo vi a mi papá que ya no se movía”, recordó Lorenzo.

Ahí Lorenzo fue recibido con dos balazos calibre .22 cerca del hombro derecho y uno más en la ingle. Aún tiene esas balas alojadas en su cuerpo. Momentos antes de perder el conocimiento -dijo- alcanzó a reconocer plenamente a sus agresores, los mismos que se llevaron a su padre. Uno de ellos es Alonso López Ramírez, un líder comunal señalado de ejercer el paramilitarismo, actualmente preso.

Durante la revuelta también fue alcanzado por los tiros un hombre llamado Pedro Méndez López, que cayó muerto ahí mismo. Es un hecho que más tarde causó problemas a la familia López Girón.

De acuerdo con los testimonios de la familia y de su abogado defensor, Jaime Narváez, la turba se llevó a Alonso a la escuela de la comunidad, a unos metros. No saben si estaba vivo o muerto porque antes de poder comprobarlo se resguardaron en el bosque y cuando pasó el peligro se fueron a buscar a Lorenzo, quien había sido trasladado en ambulancia al Hospital de las Culturas, en San Cristóbal de las Casas.

La Fiscalía de Chiapas pidió la detención de Francisco Santiz López Base, un vecino de Tenejapa que no estaba presente durante los hechos (estaba en su tienda en otra comunidad, según el abogado Jaime Narváez), pero es Base de Apoyo del EZLN. Él fue liberado un año y un mes después.

Según el expediente 77/2010, la fiscalía también acusó al propio Alonso López Luna de cometer agresiones el día en que decenas de personas armadas lo sacaron de su cocina, lo dejaron desnudo e inconsciente (su muerte no es oficial) y lo desaparecieron. Por esa acusación hay una orden de aprehensión en su contra.

De Benavil, Tenejapa, a tierra de nadie

Así, el 4 de diciembre de 2011 es la misma fecha en que comenzó el desplazamiento forzado de la familia López Girón completa, integrada en ese entonces por 13 personas (ahora son 21). Se consiguieron predios donde levantar sus casas en una colonia estigmatizada por la delincuencia, ubicada en las afueras de San Cristóbal de las Casas.

Es una colonia donde, desde 1994 cuando estalló el conflicto armado entre el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) y el Estado mexicano, comenzó el establecimiento de familias desplazadas. Muchas otras familias que viven ahí, según los López Girón, profesan algún tipo de fe evangélica y salieron expulsadas del vecino municipio de San Juan Chamula por presiones de feligreses de la Iglesia Católica.

Cuando los López Girón se establecieron ahí, Lorenzo siguió cinco días en el hospital hasta recuperarse y después fue llevado preso acusado de la muerte de Pedro Méndez López. Dos meses con tres semanas después quedó libre y se unió su familia en una pequeña e improvisada casa.

Hasta hoy no saben dónde está Alonso López Luna. El episodio violento ocurrido ese día el 4 de diciembre de 2011 en Banavil aún no ha sido esclarecido y desde ese día no han vuelto a pasar una noche a sus casas.

En su etapa de desplazados, describen una vida donde se enfrentaron a la barrera del idioma y a tener que adaptarse a un sistema económico en donde todo hay que comprarlo y, para conseguir dinero, es necesario tener un empleador. También hablaron de grandes esfuerzos para tener cosas tan básicas como ollas para cocinar.

No todos lograron sobrevivir: el 23 de febrero de 2015 el Frayba anunció la muerte a los 11 años de edad de Antonia López Méndez, una de las hijas de Lorenzo López. Antonia sufrió un edema cerebral, según el parte médico. La familia dice que “murió de tristeza”.

“Consideramos que las pésimas o nulas condiciones de salud, alimentación, educación, han traído como consecuencia, hechos tan lamentables como la muerte de la menor Antonia López Méndez. El gobierno del Estado, no ha cumplido con su deber de garantizar tales derechos”, señaló el Frayba en su comunicado.

La Organización de las Naciones Unidas realizó un estudio en 2011 con el Centro de Documentación sobre el Desplazamiento Forzado Interno en México donde estimaban que más de 30 mil personas vivían desplazadas en Chiapas. En meses recientes, el conflicto territorial entre dos municipios (Chenalhó y Chalchihuitán), donde operan grupos armados, desplazó a otras 4 mil personas según la ONU, pero según cálculos de la Diócesis de San Cristóbal de las Casas son más de 5 mil.

Como en el caso de Banavil, el desplazamiento forzado en Chenalhó y Chalchihuitán también trajo muerte. Las brigadas médicas de organizaciones sociales Salud y Desarrollo Comunitario y Casa de la Mujer Ixim Antsetic ha constatado el fallecimiento de 10 personas en Chalchihuitán por motivos relacionados directamente a su condición de desplazados y, no obstante que el conflicto territorial fue resuelto por el Tribunal Agrario, la violencia y la crisis humanitaria siguen vigentes.

En Chenalhó y Chalchihuitán existieron avisos previos sobre el posible brote de la violencia y la policía preventiva no evitó que ocurriera. En el caso Banavil hubo siete denuncias previas al hecho, según Jaime Narváez.

“Nosotros veníamos denunciando ante la Fiscalía Especializada de Justicia Indígena pero las autoridades no hicieron nada. Antes de 2011 habían denuncias de agresiones contra mi familia, incluyendo amenazas de muerte, tala de árboles, despojo”, contó Lorenzo López.

Una de esas demandas previas -explicó el abogado- era un acta administrativa donde se denuncia que la escuela primaria de la comunidad le prohibió la entrada a los niños de la familia López Girón por presión del grupo paramilitar. La niña Antonia, hermanos y primos no podían ir a la escuela.

El descanso de Antonia

La vuelta a casa de Antonia, ya sin vida, también estuvo manchada por la violencia latente. Las autoridades de Tenejapa dijeron que no podían garantizar la seguridad de la familia que habría de volver a casa para sepultar a la niña ahí, de acuerdo con sus usos y costumbres.

Antes de llevar el cuerpo, la familia pidió medidas precautorias a las autoridades de Tenejapa. El secretario municipal, José Alfredo Girón Luna, recomendó que Antonia no fuera sepultada en Banavil porque ahí hay personas con órdenes de aprehensión derivadas del ataque y la desaparición de Alonso que podrían causar “problemas”.

La familia regresó a Banavil para sepultar a Antonia con la compañía de una comitiva de observadores extranjeros y defensores de derechos humanos y varias organizaciones. El sepelio se realizó en el jardín de la casa de los López Girón.

“No hay garantías de que les van a respetar su integridad porque la gente (paramilitares) sigue operando”, dijo el abogado Jaime Narváez.

Por eso, desde el sepelio de Antonia, la familia vuelve a casa sin medidas cautelares del gobierno para conmemorar la muerte de la menor y también consiguieron que la comunidad les permita ir cada dos de noviembre, Día de Muertos, para honrar a sus difuntos. Y así lo hacen, van durante el día y vuelven a su refugio de San Cristóbal.

Ritual de oración realizado en el día de Todos Santos. Foto: Miguel López Girón.

Son horas que se van rápido, son momentos en que se recrea el mural donde está la milpa, el nacimiento de agua, la cosecha, el molino, el fogón, las tortillas, las noches estrelladas y los árboles. Al volver a Banavil los niños cambian de actitud, se alegran. Mujeres y hombres recorren los parajes que están cerca de su casa, hacen jornada de trabajo, cosechan maíz, cocinan y comparten con invitados.

Antonia Girón trabajando la cosecha de maíz en uno de los retornos a su casa. Foto: Miguel López Girón.

Lorenzo López Girón trabajando en su terreno durante un día de retorno. Foto: Miguel López Girón.

La señora Antonia López no se ha resignado a quedarse en la colonia, donde no puede sembrar maíz. Piensa que entre la turba de 50 personas que irrumpió en su casa hace seis años debe haber alguien que sepa a dónde está Alonso López Luna.

“No voy descansar de buscar. Seguiré buscando a mi esposo porque es parte de mi vida. Que me diga el señor Alonso López Ramírez, él sabe dónde está, donde lo tiene porque el es el que lo llevó de nuestra casa”, exigió la mujer de origen tzeltal.

Esta publicación fue posible gracias al apoyo de Fundación Kellogg.

Por Animal Político

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